21 marzo, 2010

VPA: "Si quieres vivir mucho y con salud múdate a Roseto"

Regularmente aparecen en la prensa estadísticas sobre la esperanza de vida de diferentes países. La mayoría de estudios deducen que una mayor esperanza de vida está íntimamente ligada al nivel de alimentación, sanidad, higiene o ejercicio físico.

Pero esta visión suele ser demasiado amplia.

Si acercamos la visión, como si tuviéramos un microscopio social, entonces los datos pueden ofrecen resultados diferentes, y asombrosos.

Imaginad que no efectuamos un estudio sobre un país o una región sino sobre un simple pueblo situado en la parte este de Estados Unidos. E imaginad que sus habitantes tienen una esperanza de vida mayor a la de Estados Unidos, libre de enfermedades coronarias, aunque estos mismos habitantes se alimentan de forma normal, no suelen hacer ejercicio y, además, fuman como carreteros.




Este lugar existe, y se llama Roseto. Tal vez una de las agrupaciones humanas del Primer Mundo que más han llamado la atención de los investigadores de psicología y sociología. Los primeros en abrir la veda fueron John G. Bruhn y Stewart Wolf, que han publicado dos libros sobre este misterioso pueblo: The Roseto Store y The Power of Clan: The Influence of Human Relationships on Heart Disease.

Roseto de Valfortore es una villa medieval situada en Italia, al pie de los Apeninos, a unos 160 kilómetros al sureste de Roma. A finales del siglo XIX, numerosos rosetinos emigraron a Estados Unidos, cerca de una cantera de pizarra en la que podían trabajar, en Pensilvania. Con los años, los rosetinos fueron construyendo su propia comunidad, y luego su propio pueblo, creando una especie de copia exacta de Roseto de Valfortore: Roseto de Pensilvania.

A finales de la década de 1950, antes de que se conocieran los fármacos para reducir el colesterol, los infartos eran una epidemia en Estados Unidos. Suponían una de las principales causas de muerte de los varones menores de 65 años.

Un médico se fijo que en Roseto esto no ocurría. En Roseto, prácticamente nadie menor de 55 años había muerto de infarto ni mostraba síntoma alguno de afecciones cardíacas. Los varones de más de 65 años presentaban a su vez una tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares un 50 % menor que la media estadounidense.

En busca del secreto de esta salud y longevidad, se empezó a escudriñar cada detalle en las costumbres de estos rosetinos inmigrantes. Cocinaban con manteca de cerdo en vez de aceite de oliva. Comían a menudo pizza con salchichas, salami, jamón y huevos. Dulces que en Italia se reservan para las fechas navidades, allí se consumían durante todo el año. Los dietistas descubrieron que un rosetino medio ingería un 41 % de grasas en su dieta habitual.

Así pues, la salud de aquellas personas no tenía nada que ver con su alimentación. Y lo más sorprendente es que tampoco tenía que ver con la cantidad de ejercicio que realizaban. Los rosetinos no solían madrugar, ni practicaban yoga, ni andaban demasiado. Y, además, muchos de ellos eran obsesos y fumaban alegremente.

Se dedujo entonces que algo así sólo podría tener una explicación genética. Tal vez todos aquellos rosetinos tenían alguna clase de mutación que los inmunizaba a muchas de las enfermedades estadounidenses.

Pero tampoco se encontró nada parecido.

¿Tenía que ver con la zona donde estaba enclavada Roseto? No existía ninguna prueba de ello. De hecho, Bangor y Nazareth, a pocos kilómetros de allí, no presentaban estas particularidades.

Finalmente dieron con la clave de la extraña salud cardiovascular de los rosetinos, así como de su consecuente longevidad.

Aunque está médicamente probado que una buena dieta, ejercicio regular, una situación geográfica privilegiada y una buena dotación de genes son importantes a la hora de llevar una vida larga y saludable, había un factor que había quedado totalmente descuidado y que, de hecho, era el factor que hacía de Roseto un pueblo diferente al resto.


El factor era las relaciones personales que se establecían entre los rosetinos.

Bruhn y Wolf entendieron por qué. Vieron cómo los rosetinos se visitaban unos a otros, se paraban a charlar en italiano por la calle o cocinaban para sus vecinos en los patios traseros. Aprendieron el ámbito de los clanes familiares que formaban la base de la estructura social. Observaron cuántas casas tenían tres generaciones viviendo bajo el mismo techo, y el respeto que infundían los viejos patriarcas. Oyeron misa en Nuestra Señora del Monte Carmelo, asistieron al efecto unificador y calmante de la liturgia. Contaron veintidós organizaciones cívicas en una localidad que no alcanzaba los dos mil habitantes. Repararon en el rasgo distintivo que era el igualitarismo de la comunidad, que desalentaba a los ricos de hacer alarde de su éxito y ayudaba a los perdedores a disimular su fracaso.
Aquel pequeño pueblo en el este de Estados Unidos, pues, estaba aislado socialmente, tenía sus propias normas socioculturales, estaba protegido de las presiones del mundo moderno. Generaba, en suma, sus propios memes. Era la primera vez que se trataba la salud desde términos “comunitarios”.

Había que entender la cultura de la que formaba parte, quiénes eran sus amigos y familias, y de qué ciudad procedían, comprender que los valores del mundo que habitamos y la gente de la que nos rodeamos ejercen un profundo efecto sobre quiénes somos.
Tenedlo en cuanta la hora de escoger dónde vais a vivir y, sobre todo, con quienes vais a compartir vuestras vidas. Vuestro corazón os lo agradecerá.


Visto en:
http://www.genciencia.com/psicologia/si-quieres-vivir-mucho-y-con-salud-mudate-a-roseto-i

http://www.genciencia.com/psicologia/si-quieres-vivir-mucho-y-con-salud-mudate-a-roseto-y-ii

3 comentarios:

Raquel dijo...

Nos vamos allí de vacaciones? :D
jajajajaja
tiene buena pinta xD

Lola dijo...

Lo que son las coincidencias....hace un rato mientras paseaba la perro, un domingo, que generalmente no encuentro a casi nadie por la calle, me llamó la atención un grupo personas con aspecto latino que metía neveras y demás bártulos en dos coches, se supone que para ir a pasar el día a la playa. Y no es que esto sea algo extraordinario, pero me confirmó algo que pienso desde que los veo por la ciudad, que es lo mucho que disfrutan de la vida de familia y amigos. Tal vez sea porque andan lejos de su país y una forma de llevarlo mejor sea reunirse, pero lo cierto es que eso no ocurre con otros emigrantes y a estos se les ve felices disfrutando de cosas pequeñas pero grandes cuando se hacen con la gente a la que quieres.
Un saludo. Lola

Avillegasrey dijo...

Raquel, por qué irnos de vacaciones si podemos vivir allí??

Lola, supongo que en parte su educación y su cultura es muy diferente a la que recibimos desde pequeños en un país rico, donde lo cotidiano (tortilla de patata y tinto de verano) es cutre y lo que vale es lo "único" (cocina de autor y vino de la bodega familiar). Imagino que al estar forzados a emigrar para buscar mejores condiciones de vida, provienen de un entorno humilde donde por lo general, la felicidad se encuentra en lo cotidiano, porque no hay más.

Lo que si es curioso es que este colectivo latinoamericano al que te refieres, en el sistema sanitario, no se si por estereotipo o por qué se les tiene como personas con muy baja tolerancia al dolor y a la frustración.

En definitiva supongo que están mas cerca de Roseto que muchos de nosotros, pero que por otro lado les falta aún para llegar.